viernes, 2 de septiembre de 2011

METAFORAS DE LOS ARBOLES (POEMAS)

METÁFORAS DE LOS ÁRBOLES

















JOSÉ ATUESTA MINDIOLA









Índice
A manera de presentación
Los árboles de Atuesta
1. Monólogo de un árbol citadino
2. El puente invisible
3. De luto está la tierra
4. Pequeña oración
5. En una esquina del cenit
6. Breve visitante
7. Brindis otoñal
8. Elegía al mango del patio
9. La vida sigue
10. Palabras del palabrero
11. Oficio del árbol
12. En espera del libro prometido
13. Íntimo esplendor
14. Réplica de Adán
15. Debajo del árbol de manzano
16. Antimoraleja del tigre
17. Mazorca de agua
18. La sombra del poeta
19. La paradoja del triunfador
20. Monólogo de una mujer después de un atentado
21. La sed de la hostia
22. La vibración de la palma
23. El colibrí
24. Contemplación del árbol
25. Epitafio
26. Los pájaros huyen del árbol
27. Dicotomía
28. Una escena numérica de Baldor
29. El árbol y el viejo vendedor
30. Encuentro
31. Retrato mortal
32. Fábula del perro y el jaguar
33. El reloj de su cadera
34. No te creas el dios del árbol
35. Metáfora del canto
36. Palabras de un mamo kogui
37. Monólogo de un árbol Kogui

JOSE ATUESTA MINDIOLA (o MENDIOLA). Mariangola (Valledupar- Colombia), conocido también como “El poeta de los árboles”. Licenciado en Biología y Química por la Universidad Distrital de Bogotá (1977) y Especialista en la Enseñanza de las Ciencias Naturales por la Universidad del Atlántico (1998). Columnista de algunas revistas regionales y del El diario El Pilón.

Ha publicado seis libros de poesías, dos de décimas y uno de historia local, Sabanas de Mariangola, premiado en el II Concurso de Historia Regional y Local del Cesar, convocado por la Universidad del Cesar (2007).

Ganador del Primer Concurso de poesía del departamento del Cesar (1986). Uno de los ganadores del Concurso Nacional “Que descanse en paz la guerra”, convocado por la Casa de Poesía Silva, Bogotá (2003). En el 2009 participó en representación de Colombia como ponente en el XVII Coloquio Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, en Las Tunas (Cuba).

Sus poemas han sido incluidos en varias revistas, entre ellas: El Túnel (Montería, 2003), La Luna Nueva (Tuluá, Colombia, 2005), Revista Prisma, Bogotá, 1996 (Separata--poetas de Colombia y otros países), Revista del Festival Vallenato (2003). En las Antologías, La Poética cesarense (Valledupar, 1994), Poemas al padre en la poesía colombiana (Editorial Panamericana, 1997), Voces de fin de siglo de la poesía colombiana (Epsilón Editores, 1999).









LA METÁFORA, UNA MANERA ABIERTA DE CONOCER EL MUNDO

Este libro, Metáforas de los árboles, es un nuevo acercamiento del lenguaje poético a José Atuesta Mindiola. Sí, soy consciente de estar diciendo algo que suena a locura. Pero ya es hora de dejar constancia de que la lectura de sus 37 poemas, las asociaciones que tal lectura provee, el saber que se deriva de las metáforas que emplea, el conocimiento circular que su lenguaje poético suministra del mundo, llegan más allá de Mariangola, el pueblo natal del poeta. Su universalidad ha trascendido su propio yo, los hitos y tópicos del lenguaje lineal y también -para usar un término atuestiano- la liturgia sagrada de los vocablos con sabor a ayer.

Cuando el poeta habla de “los colores del sonido” y de que los avatares “ahogan de ceguera los diversos rostros de la luz” está dibujando un mapa alternativo del mundo, bien distinto de ese mundo lineal que ha marcado nuestra cultura occidental ligado ferozmente a eso que llamamos progreso. Precisamente los poemas de su libro son totalidades que permiten ver que todo está en todo y que es el lenguaje poético la fuerza que impone al poeta una nueva visión, el que sabe de polisemias y metáforas y personificaciones y metonimias y significados encabalgados en la historia caótica de una interrelación cognitiva entre los hombres y un mundo al cual todos pertenecen.

En “el cantarino plumaje del río”, en las “lunas en los cristales de sal”, en “los pájaros dormidos en gajos de luceros” en esa esquina del cenit donde “todavía mis manos siembran de auroras el puente de tu río”, se halla un conocimiento mayor de paradojas que dan sentido, ante nuestras propias conciencias, del mundo exterior.

Cuando dijimos que Atuesta es mucho más que Mariangola, quisimos decir también que es mucho más que Valledupar y que sus propios recuerdos. Y es que la acción ejercida por el lenguaje poético sobre el escritor termina por revertirse enriqueciendo una cosmovisión en una paradoja que nunca tiene fin. De ahí que una lectura lineal sea apenas un intento inicial y pobre para ver un mundo desde una perspectiva en que las paradojas se tocan, contagian, agigantan y enmarañan sin cesar. Detenernos, pues, en la semántica y en la gramática, o en la métrica y expresividad de los textos de los 37 poemas, es mutilar el río secando su cauce de sentidos.

En “La vida sigue”, por ejemplo, la literalidad de la alusión muestra que el conocimiento de este siglo se parece mucho en su forma y en su esencia a un círculo donde las oraciones simples tienen múltiples sujetos que mutan de nombre, figura y estructura. Valga decir que las palmas de corozo que el viajero encontró en su camino “llenaban de fiesta los colores del paisaje”. Lluvia, viento, sol, figuras caprichosas de las piedras y el terreno, la sonora canción del movimiento, caben todos allí en un abigarrado contacto y remiten a pasados recientes y remotos, a temores enraizados en el oscuro manejo de la tierra y en el egoísta triunfo del poder.

En el libro surgen aquí y allá miles de adherencias emocionales y sentimentales que siguen la huella de palabras y expresiones tales como “cenit”, “colibrí”, “mujer después de un atentado”, “árbol citadino”, “verde monumento”, “la erótica cicatriz en el ojo del relámpago”, ”pájara de Dios y de mi alma”, “la penumbra de la piel”, “una sombra de serpiente nos envuelve”, etc.

Hasta ahora hemos podido notar que nos hallamos frente a un hecho asombroso: la magia de la polisemia, inscrita en cada vocablo, ha llenado de sentidos todas las voces que el lenguaje impuso al poeta.

Valga decir que la idea institucional de progreso, que alardea de poseedora de verdades, le niega a la poesía su utilidad para conocer el mundo y la relega al recinto de las tinieblas en que su función de ocio contemplativo se opone al progreso de la ciencia y de la técnica. Esta manera de ejercer el poder confina el lenguaje poético a unos recovecos oscuros. Pero allí, cosa es de volverse loco, allí es donde crece fértil la multiplicidad de significados, hija legítima del tiempo circular y la simultaneidad de elementos distantes. En este nuevo tiempo, polisémico y acogedor, la memoria se hace flexible, el presente no es sólo hechos objetivos sino también vivencias que se unen a los sueños y posibilidades del futuro.

Cuando arriba dijimos que Atuesta es mucho más que Mariangola y que Valledupar, no negábamos una realidad geográfica primaria; pensábamos en que el lenguaje supera al escritor en cuanto es más viejo que él, contiene memoria y, más aún, memorias superpuestas. Y también, a veces, el lenguaje poético tiene corazón. En una palabra, la lengua es sabia, más sabia que el hombre y el poeta. La polisemia es el fruto-instrumento de y para conocer el mundo que está en el fondo de los sentidos de la nueva producción literaria de José Atuesta.

En conclusión, la lectura de Metáforas de los árboles posibilita el surgimiento de una cosmovisión nueva a partir del todo; es decir, la metáfora del lenguaje poético atuestiano surge, construye, modifica, reconstruye y deconstruye la realidad en medio del caos de presente y porvenir.

LUIS A. MENDOZA VILLALBA












LOS ÁRBOLES DE ATUESTA
A partir del árbol el poemario se extiende hacia otros lares. Tierra, agua, sol y vegetales diversos, arena sin sosiego, piedra vigilante, mar sin límites. Todo, para reivindicar la vida, en todas sus gracias y lamentos. Es una voz con fe la de este poeta. Merodeando o entrando a lo barroco, estos poemas tienen la fuerza legítima de la pasión creativa. Atuesta se compromete con las expresiones esenciales del paisaje. Sabe que la tierra que pisa es su universo, y cantarla es su tarea estética. Y no elude la palabra vegetal o frutal. Usa las de su entorno y sale de victoria con cada una de ellas.
Todo y todos giramos en torno a los árboles. Y cuando el árbol habla nos damos cuenta de cuánto ha penetrado por el río de la vida. No tiene dueño porque es de todos. Por allí transita el padre, quizá huyendo del verano. O el poeta que, buscando su "mazorca de agua," extravió su cauce. O quizá, asomado a una horqueta, el hombre de selva que observa un tigre( que no es el de Blake), acongojado por las astillas de su propia sombra. O el perro que logra la inmortalidad mineral mirando embelesado las garras del jaguar.
Hay poemas esenciales en esta obra de Atuesta. El lector sabrá buscarlos. En ella, toda la telúrica que nos es benévola, acecha. Desde el árbol sin dueño, o el árbol kogui(“ese guardián del aire”) que entiende que no vive para él solo, hasta la negra suculenta que mueve las caderas ataviadas con una pollera floral. O esa perla, en la cual el colibrí no agita las alas sino que mueve los colores. Les recomiendo entrar a ese sólido follaje. De prosa y verso es la textura de su cuerpo.
José Luis Garcés González.
Montería, abril de 2010.

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Monólogo de un árbol citadino


Caligrama de fiesta son mis flores.
Soy silabario para los pinceles de la luz.
Para el mendigo, el sombrero de su alcoba.
Para el pájaro, el atril de su escritura.
Para el perro, la pared de su llovizna.

Para los alarifes del cemento,
soy un estorbo que frena
el tamaño mineral de su premisa,
un extraño en lugar equivocado;
sus amenazas de muerte me persiguen.

Pero soy más que un verde monumento
en la agitada ceremonia de las calles.
Soy testigo: de la noche que avanza con el miedo,
de transeúntes perdidos en su sombra.
Y también soy testigo de mis floridos reclamos
que ululan la presencia de otros árboles.
Nadie quiere estar solo,
la soledad es carbón que deja el relámpago.

El puente invisible

Sobre el puente invisible,
donde la noche cruza para alcanzar el día,
viaja mi padre:
sus noches son cabalgatas de lunas
en el estío de sonoras mariposas,
desfiles de luceros en las flores
dormidas del otoño y golpes de lluvias
en las goteras nocturnas del tejado.

Sus amaneceres son riberas de pájaros
en el cantarino plumaje del río,
vendimias de rosas en la fugitiva
primavera del patio y bálsamos frutales
en la irremplazable estancia de los árboles.

Sus brazos toman el color del invierno
en la intangible corriente del verano.
Una montaña de sueños lo persigue
y descubre los secretos de los árboles
para que el polvo no enferme el rocío.

De luto está la tierra

Dónde están las maracas de los ríos,
las mariposas flotantes en las ventanas del viento,
los pájaros que regaban las nubes de lluvias,
los rostros del agua en rebaños sedientos,

Dónde están las llanuras con los saltos del jaguar,
los tapires de nocturnos callejones,
las orquídeas y la altura vegetal de sus raíces,
los cucaracheros en la custodia mítica de las serpientes,
las espumas solitarias en el amanecer del corral.

Dónde están las brisas atarugadas de maizales,
los bosques y los infinitos espejos de los rostros de la luz,
las garzas que fingían ser hojas para no espantar
las estrellas de los árboles,

Dónde están las rocas gigantes con ojos de luna,
las montañas que guardaban el tiempo mineral de los helechos.
Sólo hay polvo y negros agujeros, socavones de piedras, repisa estéril, morada incierta. De luto está la tierra.



Pequeña oración

Señor, danos el poder de la concordia
para liberar el sinsonte que duerme con nosotros
en los bosques cercados por el miedo.



En una esquina del cenit

Distante de los avatares que atafagan los colores del sonido
y ahogan de ceguera los diversos rostros de la luz.
Distante de las colinas donde el veneno derrama sus serpientes
y las urdimbres de sus fauces dejan surcos en la piel.
Distante de la desmesura que todo lo vuelve sombra,
pero sereno en una esquina del cenit:
dable a ciertas ofertas de la rosa en vigilia
de su propia primavera
y fraterno a los aromas de las añejas metáforas del vino.

Sereno estoy: todavía mis manos
siembran de auroras los puentes de tu río,
porque la sed de mis labios
no es la sed del cordero en el puerto de caimanes.
Sereno estoy, sin que la penumbra vuelva sombra
los colores de mi voz, porque tu cuerpo
no es la frágil espera del remolino
que trae señales del desierto.


Breve visitante
Del mar, soy un amante lejano de su blanco tropezar,
un escultor de las espumas que repasan acrobacias de alcatraces,
un admirador de su infinita orilla bebiéndose el matiz del cielo.

De sus múltiples ojos en los arrecifes, soy un inexperto.
Un enigmático a la magia del nautilius que escondido
en su caparazón conserva su forma milenaria.
Incrédulo a los gemidos de las ballenas
cuando el tsunami regresa rebosante de muertes.
Inepto a los secretos del pescador que rema su canoa
por el brillante cristal de las escamas.

Soy un breve visitante de los epígrafes ondulantes en la arena,
y un aficionado que escribe con la caligrafía del agua
la magnífica belleza de tu cuerpo.



Brindis otoñal

El galopar del cuerpo estremecido
ya no escribe las hazañas del jinete,
la tarde con los remiendos
de diversas cicatrices
llega a diluir el cielo en nuestras manos;
pero no es tristeza el tiempo,
la penumbra de la piel
no es la penumbra del alma.





Elegía al mango del patio

El árbol de mango del patio, sangra blanco sus heridas como mostrando la ruta que el dolor todavía no ha recorrido.
Me alejo del patio y me llevo de sus hojas los amaneceres con aromas de guitarras, me llevo el verde pendular de la mecedora donde descansaba un hombre parecido a mí.
El árbol ya sospecha que pronto no habrá luz en su follaje, su epitafio vendrá en la esquiva mirada de otro dueño. Sus frutos serán invisibles racimos en algún ojal de la memoria y mi hamaca, fértil al cortejo vegetal, seguirá atada al viento de otros árboles.



La vida sigue

Después de la muerte la vida no es escombro ni ceniza que el tiempo convierte en su liturgia.
Sólo el nombre y la breve caligrafía del epitafio permanecen ilesos en la tumba.
Fuera de la tumba, la vida sigue en el viento que lleva en el crespúsculo el esplendor de la hoguera.

La vida sigue:
En la voz de los espejos que repiten la luz de la memoria.
En los labios de la rosa que arden las páginas vacías de la penumbra,
En el pájaro que deja sus alas y en los bosques de nubes se detiene.
En la roca donde el pez se cristaliza antes de beber las últimas gotas del río.
En el trapecio de la lluvia donde el relámpago cuelga sus secretos

La vida sigue;
En el relincho de la hierba cuando el jinete vuelve a su caballo.
En la vigilia de la aldaba cuando la puerta recibe los golpes de la luz.
En el silencio de la rama que flota para no romper la música del agua.
En el aire que reescribe el ritornelo de la canción que viaja en las ranuras del tiempo.


Palabras del Palabrero

Ningún bosque es madriguera
de la infamia del guerrero,
hasta la mansedumbre del árbol
es espina sangrando la piel.
La zozobra multiplica los ojos
en los espejos del temor que lo persigue.
el agua es hoguera
derretida en la ausencia de reposo.

Una montaña de tigres
custodia las riberas del insomnio.
La guerra reduce el territorio
al tamaño de los pies.



Oficio del árbol

Entibiado de luz, imponente brinda sus colores.
El verde ulula en el vientre de sus hojas
y el aire crece con sus livianas espumas.

Los cristales disueltos de las rocas
recorren desde el fondo la humedad de sus peldaños.
Llueve en su interior, y la savia se abre
evanescente a la pirámide del saltamontes y la serpiente.

El viento con sus fauces de rocío, penetra en sus ramas
y el perfume atisba la maduración de los frutos.

Gemidos de sordos relámpagos mueven sus lamentos,
cuando el filo tronante del metal le roba el derecho a morir de pie.



En espera del libro prometido

Busco en el libro prometido,
las páginas encendidas de orquídeas y metáforas,
de lunas en los cristales de sal,
de pájaros dormidos en gajos de luceros,
de esculturas de sombras que arengan la luz.

Busco en el íntimo esplendor de sus páginas,
la escalera de besos en el preludio de la rosa fugitiva,
la erótica cicatriz en el ojo del relámpago,
la flauta escarlata arriba del árbol para incendiar la noche.

Busco en el libro prometido y sólo encuentro
el tiempo diluido con una esquina de lluvia en los zapatos.



Íntimo esplendor

Crece el viento azul en mis ramas
con el íntimo esplendor de tu vuelo,
pájara de Dios y de mi alma.




Réplica de Adán

Mujer
la tentación amenaza mi reposo,
una sombra de serpiente nos envuelve;
deja que los hilos de mis manos
trencen los colores de tu cuerpo.

Ven, como receta de uva
para la fantasía de mis labios
y la respiración se vuelva primavera
en el remolino verde de tus ojos.




Debajo del árbol de manzano.

Debajo del árbol de manzano, el joven Isaac Newton dibujaba la curvatura oscilante de las ramas, el ondulante silbido de los pájaros, las parábolas de los gemidos de su larga espera y las elípticas caderas de su amada ausente.
Sólo hubo una línea recta, la de la manzana que cayó sobre su frente, mientras buscaba en las bóvedas del cielo un lucero para apagar la oscuridad de su encorvada espera.



Antimoraleja del tigre

Cuando el tigre se mira en el espejo vive la sensación de estar preso, porque desde cuando nace lleva en la piel los barrotes de su jaula. Camina en ausencia de luz para no observar sus huellas; el sabor de la sangre de su víctima lo convierte en un animal escurridizo, que huye hasta de su propia sombra.




Mazorca de agua

Contrario a la sequía de la ausencia,
a la múltiple desolación del desierto,
a la estéril resonancia de la sed;
estás tú, como mazorca de agua,
desgranando sobre mí
el zumo vital de tu cuerpo.




La sombra del poeta

A Diomedes Daza
Tal vez la sombra del poeta, deambule en el lomo sagaz de un caballo citadino, se oculte en los fragmentos de sol de un camino bifurcado, esté difuso en los matojos asediados por los saltos del conejo, duerma en el ombligo de la rosa donde no se atreve la ceniza y busque afianzarse para resucitar la agonía del Crucificado en cada uno de nosotros.






La paradoja del triunfador

Sumergido en la paradoja que la distancia más larga entre dos puntos es la línea recta, sesga la ruta, se diluye en la sombra, bifurca el camino, se salpica de légamo: su designio es llegar primero; no importa que la efímera bandera flamante de victoria, se deslice a indomables abismos.



Monólogo de una mujer después de un atentado

Fragmentada está la casa conmigo.
Llueve sobre mí un invierno de dolor.
La noche deja su piel en mis ojos.
Ya casi sombra, en la ausencia
vertical de los colores,
la penumbra
es roca que tropieza el cuerpo.

Y esta mano, que aún me queda,
te sabe de memoria, enlaza sus dedos
al perfume de tu nombre
y me lleva hasta ti.
Y sólo encuentro,
fragmentos de tu cuerpo y de tus sueños,
y yo atrapada en los pilares desolados,
estoy con lo poco que queda de mí.



La sed de la hostia

Horadaron el vino de la ofrenda,
despedazaron la sed de la hostia,
pero sigue la homilía firme y transparente
como el desfile de lluvia entre los árboles.




La vibración de la palma

La vibración de las palmas de corozo llenaba de fiesta los colores del paisaje. El viento a la altura del follaje derramaba en las nubes las esporas de la lluvia.
Desde las ventanas del auto un desfile de palmas movía sus elípticos troncos, la carretera un túnel con un cielo de abanicos verdes.
Callamos pronto, el trueno del metal arrasaba troncos, como un vendaval de dantas entre floridos maizales.
Las palmas se negaban a morir, de sus raíces, sutiles yemas y otras nuevas plantas se enlazaban con el viento.
Con el tiempo la batalla toma otros matices. El arboricida obsesionado contra las palmas, afina nuevas armas de combate y con la soberbia del desalmado se proclama, vencedor.
Después de muchos años, sopesa que aquel triunfo es una triste derrota. Matar un árbol es abrirle más caminos al desierto.


El colibrí

Nunca está donde está,
su plumaje, leve
temblor de colores.



Contemplación del árbol

He visto el verde flotante de sus hojas alucinar el viento entre las ramas. He visto a sus labios devorar las tormentas del humo, como zainos en las fauces de la sequía.

Tanto verdor ha pasado el sol por el cristal de sus hojas, tantos pájaros han dejado sus cantos en los nudos de su piel. Tantos fragmentos de polvo han dejado en sus ramas las estrellas.

Y todos tenemos un espejo que redime la contemplación de su belleza: para el ecologista, la sombra y el follaje son matas de lluvias en la mitad del desierto. Para el aserrador, el tamaño es la dimensión exacta de su devastadora faena. Para el atribulado transeúnte, sus ramas sólo son un punto para atar el nudo corredizo y columpiarse en los espejos del viento.



Epitafio

Aquí hubo un río,
el cementerio de piedra lo delata.



Los pájaros huyen del árbol

Una legión de hombres con manos de tigres viajaba entre aromas de odios y de miedos, el estridente metal de afilados dientes anunciaba que la hora de la muerte había llegado.

Él árbol temeroso cerraba sus pupilas, el suelo de sus raíces fue la tumba de muchos hombres mutilados, las blancas corrientes de sus capas se profanaron de rojo y todavía los pájaros huyen de sus ramas por el olor de la sangre.




Dicotomía

Alguien humedece el perdón de la hostia,
sus labios propagan semblanzas de paz,
pero su corazón hierve de guerra.




Una escena numérica de Baldor *

Con un turbión amarrado de la cola corre el perro por los carriles del viento en la asimétrica persecución a los saltos del conejo.
Todavía esa escena de las páginas numéricas de Baldor, de saltos y sobresaltos, de fuga y cazador, rememora las pesadillas de aquellas noches juveniles.
No supe al fin, si la fuga del liviano saltarín alcanzó las trincheras de las zarzas o el canino cazador celebró la conquista de la presa.



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*Baldor, Autor de un libro de Algebra, texto obligado de educación media en Colombia, antes de 1980.




El árbol y el viejo vendedor

Bajo la sombra, como un hijo del árbol, el viejo vendedor de avena con su barril espumante, apresurado por una muchedumbre de manos en el sediento recreo.
Mis bolsillos vacíos, un muro para el deleite de mis labios. En la piel del viejo al igual que en la mía, un incendio semanal por la misma camiseta.
Fraternos a la ruta de lamentos por las efímeras victorias del equipo, mis palabras hacían esponja el alma del vendedor y casi nunca me faltaba una avena en el recreo.
Hoy, el vendedor es casi una sombra que camina, y el árbol, ceniza invisible, bajo una pétrea escultura de cemento.



Encuentro

Somos un encuentro de albor y de penumbra en las manos de Dios, ahí pasan los sueños como racimos de relámpagos y los días son girasoles temerosos del crepúsculo.




Retrato mortal

En sus manos de ángel arrepentido, un pincel de girasoles.
Ella llega convencida de posar para un retrato.
En breves instantes, sobre las raíces del árbol: la estampa
fugitiva del homicida y el fúnebre rostro de la frágil mujer.




Fabula del perro y el jaguar

El salto rayado del jaguar
(temeroso del perro cazador)
se detuvo en la horqueta de la ceiba.

El valiente azabache
(cuidadoso de las uñas del felino)
con fiereza, al pie del árbol,
se quedó en la intención de saltar.

Hace tanto tiempo y nadie sabe:
por qué el perro y el jaguar
momificados se miran a los ojos,
cómo símbolo de tregua
después de la muerte


El reloj de su cadera

La negra baila y deslumbra
las flores de su pollera,
es urdimbre de tambora
su cintura de cereza,
escaleras de canciones
la quimera de sus pies,
matices de brisas morenas
sus brillantes coqueteos,
aromas de sus ancestros
en el bosque de su piel
y sinfonías de remolinos
en el reloj de su cadera.
La negra baila y deslumbra
las flores de su pollera.


No te creas el dios del árbol

No te creas el dueño del árbol.
Tú lo sembraste en una lejana primavera,
pero la vida de él, no te pertenece.
No puedes apropiarte de su sombra.
No es sólo tuyo el aire que brota de sus hojas.

Si la ira enfada tus manos, no arrecies
el filo del metal en el borde de la savia.
No derrames tu venganza
sobre las aguas que beben sus raíces.

El árbol no sólo a ti pertenece,
pertenece al pájaro y a la íntima aventura de su vuelo;
al viento que eleva a las nubes el polen de la lluvia;
al sol que deletrea los colores de las hojas.

No te creas el dios del árbol.
Déjalo que viva
hasta que el tiempo haga piedra sus raíces.



Metáfora del canto

Sobre los ojos de la rosa
están fijos los labios del pájaro
para derramar los colores de su canto.



Monólogo de un árbol Kogui

Una golondrina regó la semilla
para que yo naciera.
Crecí lejos del humo y del ruido;
en un espejo de agua
mis hojas descubren su color.

Yo siento que soy tu hermano.
No se vive para uno solo.
Kanimpana, mi Padre, dijo
que yo era el guardián del aire.

Soy tan sensible como tú,
tu mirada, hermano Kogui,
es otra forma de lluvia
que nutre mis raíces.
Nada hay en tus intenciones
que sea ofensa para Kanimpana, mi Padre.



Palabras de un mamo kogui
Yuluka (*) hermano Kogui,
la Ley de la Madre
no es reliquia de hielo.
Los ojos totémicos del jaguar
son compañeros inseparables
de tu sombra.
El aguacero es una mujer
que baila con el trueno.

Yuluka hermano kogui,
el pan lo da la tierra
sin derramar sangre en la hierba.
La flauta suena arriba del árbol
para que el sol no queme la noche.
El cóndor se niega en la nieve
al descenso del último crepúsculo.

Yuluka hermano Kogui,
mi voz antigua tiembla;
hermanos menores no escuchan...
____________
Yuluka, voz Kogui, que significa: ”ponte de acuerdo”
















martes, 16 de agosto de 2011

REVISTA, VIDA Y OBRA

POR SU VIDA Y SU OBRA

HOMENAJE
A
JOSE ATUESTA MINDIOLA


PRESENTACION
Por su vida y su obra, es un artículo que la periodista y escritora, Mary Daza Orozco, publicó en el Diario El Pilón, en septiembre del 2009, con motivo del homenaje que la Fundación del Festival “Tierra del Cachaquito” de Mariangola le brindó al poeta, docente y decimero, Jose Atuesta Mindiola.
Sus hijas, Falena María y Angélica María Atuesta Salas, para difundir algunos de los eventos de ese homenaje y de su obra poética, seleccionamos estos textos y fotografías que constituyen la revista.
Reiteramos, nuestros sinceros agradecimientos a Dios por la vida y los dones que le ha concedido a nuestro padre y a todas las personas, empresas, la Coordinación de Cultura departamental y Medios de Comunicación que se vincularon a su homenaje en la “VI versión del Festival Tierra del Cachaquito”.
Reconocimientos especiales a los directivos de la Fundación, que preside Elibeth Zequeira Ramírez, a los ponentes y asistentes del Foro “poética de José Atuesta Mindiola”, a los compositores y verseadores que exaltaron con sus canciones y versos la obra del poeta. Y agradecimientos especiales a Dimas Durán Ramírez por brindar su “Guaca del poeta” para el evento académico, al señor Gobernador del Cesar por participar con unas “Coplas al poeta”, y al doctor Pedro Muvdi, por entregarle a nuestro padre, en nombre de la Cámara de Representante, la condecoración “Orden de la Democracia Simón Bolívar”, grado “Cruz Gran Caballero”






El Representante a la Cámara, Pedro Muvdi entrega la Condecoración “Orden de la Democracia Simón Bolívar”, grado “Cruz Gran Caballero” a José Atuesta, Colegio Rodolfo Castro, Mariangola, octubre, 2009,



POR SU VIDA Y POR SU OBRA.
Por Mary Daza OrozcoLos escritores, Oscar Collazos, Mary Daza, Juan Manuel Roca, Jose Atuesta y Heroína Vega, Valledupar, septiembre 1996



Hay homenajes con los que uno se regocija, siente alegría en el corazón, y es ese que merece la persona por su vida limpia, por sus actuaciones, por su servicio a los demás y si se ha dedicado a cantarle al mundo y a sus hermanos, con más razón.
José Atuesta Mindiola ha sido homenajeado en su pueblo Mariangola, èl es una de esas personas que bien merecen que se les reconozca su trayectoria de amor y de poesía; por su misión de profesor en instituciones educativas en donde es orgullo para sus alumnos.
José es un poeta a carta cabal, ha ganado premios internacionales, nacionales, regionales, por embellecer con el poder de la palabra todas las situaciones alegres o tristes de la vida.
Fue en el año ochenta y seis cuando coincidimos en el primer concurso de cuento y poesía al que convocaba el Instituto de Cultura y Turismo a través de la más eficiente directora, inolvidable en su apoyo a las artes, Fanny Dangond de Méndez, así Jose, como lo llamo, ganó el primer premio con sus poemas y yo lo acompañé al recibir mi primer premio en cuento. Desde entonces el amor por la palabra, por la metáfora, por la vida, nos ha unido en una amistad que involucra a Belky, su señora, a Falena y Angélica, sus hijas.
Mariangola se vistió de fiesta y sentí no poder acompañar al poeta en un momento que se, fue de emociones intensas: la nostalgia por sus padres, por su niñez que atravesó calles, comió frutas a orilla del rio, aprendió con su mamá, la maestra Juana Mindiola, las primeras letras y fue orientado por su hermana Haydee, que ya partió a encontrase con Dios, en sus inicios como poeta.
La obra viva y eterna de José Atuesta está en sus poemas, como lo dije en la presentación de su libro “Desde la otra orilla”... son poemas renovados que sobrenadan en el misterio del ser y de de muerte, que no divagan, que son certeros. Reconocen el olor del viento del pueblo de la infancia, y la dureza del suelo de las calles “que repiten los amaneceres del agua”.
Y dije también que leer a Jose es hundirse es un rapto de felicidad. Es sentir en cada letra el latido acompasado de los sueños, el latido atronador de la historia que nos es común. Es sumergirse en la paz para conocer la guerra y fustigar la fealdad que se asoma en nuestras vidas, es saber que hay un poeta que encontró la forma de derrotar la ausencia de afectos; de recordar a los que pisaron con valentía el camino, de recordar a los ya idos, con una sonrisa blanca o con una lagrima que no duele sino que extraña.

No voy a contar todas sus obras, ni a mencionar sus premios, no, ahora es el momento para, desde mi escrito semanal reiterar mi admiración por el poeta que lleva en la sencillez de su vida un mensaje de belleza que riega en palabras







Jose Atuesta recibe el premio de ganador del Primer Concurso de Poesía del departamento del Cesar, al fondo el alcalde Rodolfo Campo Soto, Casa de la Cultura, Valledupar Enero 1987.




Bien por el homenaje que le brindan sus paisanos, rodeado por todos los amigos y a admiradores de sus cantos a la vida, eso bien merece una decima, pero hecha por el mismo, busque una en su libro “ La décima es como el rio” y aquí está: “Su humildad nunca se esconde,/es hombre de convicción,/ aunque por su condición/ de lejos parece un conde/ más sencillo para donde/ el es un sincero amigo/ y siempre lleva consigo/ el don de la inteligencia;/ los hilos de la decencia/ le dan color a su abrigo”.
A José Atuesta Mindiola el señor de la poesía, el homenaje más grande que se le puede brindar es leer con amor, como él los hace, sus poemas; este que le brindaron es bien merecido y tiene connotaciones profundas, porque es por su vida y por su obra.







LA DECIMA ES COMO EL RIO.
Por César López Serrano
Rafael Escalona, Belky Salas, José Atuesta y César López, Colegio Nacional Loperena, Valledupar, Octubre 1992.



Los ríos tienen la virtud de substanciar a las comunidades. Les prodigan el precioso líquido para el consumo, el aseo, la alimentación, para regar los cultivos y acrecentar las cosechas. Los ríos además tienen el privilegio de servir como vía de transporte para acercar y hermanar a los pueblos. Es tanta la importancia que muchos de ellos han sido considerados sagrados, como el Nilo en Egipto o el Ganges en la India. El rio es una de las principales fuentes de congregación humana, en ellos se consuma el ritual de los afectos amorosos, la recreación espiritual y otros ritos que develan el sosiego del alma, como los paseos sociales que organiza la familia.
Cuando el poeta José Atuesta Mindiola dice que la decima es como el rio, sentimos que ese torrente nos nutre con su sabia creadora, percibimos que su corriente es portadora de una magia que enriquece el intelecto, sentimos el afecto de ver reflejada el alma de los pueblos, percibimos el carácter de la familia que nos colma de satisfacciones. Tenemos la sensación de que el rio es como un demiurgo que purifica el cuerpo y el alma como si fuese un bautizo divino que nos cubre de bendiciones.
Los versos contenidos en este poemario son reveladores de un mundo poético que anida valores axiológicos, como la amistad sin límites que el poeta tributa a sus congéneres, el reconocimiento a los juglares que han hecho historia en la vallenatía, a los iconos religiosos, guardianes tutelares de la fe cristiana, a los pueblos que viven la mansedumbre de una paz acogedora, y a nuestros héroes anónimos que constituyen la fuerza vital de los pueblos.







Presentación del libro, “Un tambor roto en la pisada”, El poeta, Manuel Palencia, Librada Nieto y el Trío Musical de Álvaro Resarte, Banco de la República, Valledupar, Junio 2001.



La décima es una estructura poética muy popular utilizada en casi todos los países de América latina y el Caribe para expresar los estados del alma, fundamentalmente del alma campesina. Fue concebida para el canto cuando los hombres fatigados de su jornada laboral se dedicaban a cantar las penas y los rigores del trabajo, el descanso reconfortante se convertía en un verdadero ocio creador, se le cantaba a la esperanza de la buena cosecha, a las vivencias del amor, a la nostalgia de un amor perdido, a la alegría que proporcionaba el nacimiento de un hijo, en fin, a todos los motivos que sirvieran para el solaz espiritual.
En Colombia la decima fue muy utilizada por los vaqueros en los cantares de vaquería para alegrar la jornada del camino. También fue empleada por cantores o poetas populares como un medio de comunicación y acercamiento cultural en los departamentos de Bolívar, Atlántico, Sucre, Córdoba y Magdalena.
En lo que respecta al poeta José Atuesta Mindiola, su creación poética muestra una decima decantada en donde florece la metáfora como célula germinal de la poesía; también utiliza la imagen que da singular belleza a sus poemas; además la visión poética como forma depurada de la síntesis conceptual, como se aprecia en el siguiente poema:
La décima es como el río
un viejo camina que anda
y florece en la parranda
como un ramo de rocío,
tiene aroma del bohío
donde el abuelo vivía
nos recuerda la alegría
de la noche campesina,
la décima era vecina
del cantar de vaquería.
Este texto está decorado con símiles de lujo, como la comparación de la decima con el rio y también con el ramo de rocío, que a su vez es una esplendente visión poética que sintetiza conceptualmente la alegría que vivimos en la parranda. Además está adornado con una sinestesia impactante como el aroma del bohío donde moraba el abuelo, simboliza una sensación olfativa que entraña una nostalgia por la casa paterna.
Esta dècima también recuerda las noches campesinas llenas de cantares para alegrar los momentos de bohemia. Por último, refleja la vecindad de los cantares de vaquería, como referenciamos en reglones anteriores.
Queremos recordar y resaltar es esta breve intervención que los textos “Decimas vallenatas” y “La decima es como el rio” son obras fundacionales. Nunca antes en el departamento del Cesar se había publicado un libro de decimas. El merito del fundador radica en que abre caminos para que otros surquen la senda, esparce la semilla para que otros recojan la cosecha; coloca la primera piedra para que otros con inquietudes liricas construyan el edificio poético.
Para terminar, una referencia al poema “Mariangola”. Este poema, en términos generales, revela el amor que hablante lirico manifiesta por su terruño, el cumulo de impresiones que revive su memoria y que permanecen como vibrantes estímulos para vivir la vida con alegría. Las evocaciones que hace la voz poética de su tierra natal trasuntan la intimidad afectiva con que se visionan el paisaje y sus iconos, como la mole del cerro de la V, el rio rumoroso, las extensas sabanas con sus pastizales, la variedad de las flores, el trino de las aves como el colibrí, los turpiales, los ruiseñores, y los frutos desgajados de los árboles.
El valor poético del texto se da por la riqueza semántica de las figuras literarias como la sinestesia de los versos:
• “Los tambores de la aurora, Son los espejos del día”
• “ El sol es sinfonía dando luz a la memoria”
Se puede observar las sugestivas metáforas donde se plasman ideas intensamente liricas:
“Mariangola eres agua de mi sed, En ti comencé a beber de la poesía”
O “Mariangola de mis sueños, alborada de melodía”
Invito a los presentes a degustar los versos de estos libros que encierran la sabiduría popular de nuestro terrígeno José Atuesta Mindiola. (Septiembre 12 de 2009)

EN EL HOMENAJE AL POETA JOSÈ ATUESTA, EL 12 DE SEPTIEMBRE DE 2009
Por Luis A. Mendoza Villalba
Filología e Idiomas Universidad Libre (Bogotá)
Magíster OEA Administración Educacional Universidad del Valle (Cali)
Exprofesor y Coordinador de Disciplina del INSTPECAM (Valledupar)
Creo no equivocarme al decir que entre los afectos ligados a la existencia de José Atuesta sobresalen los de su familia, el de su pueblo natal, el de maestro de juventudes y su amor por la palabra y el folclor. Su prolífica y conocida producción literaria se encuentra regada en campos diversos de la cultura, a los cuales han llegado su estro de poeta y su inquietud pedagógica. En esta introducción, que debería ser sobria y taxativa, pido permiso para deslizar un lamento: que hoy en día no estén de moda ni la lectura ni la escritura para cultivar la imaginación y que los medios confundan con ella el goce del color y la seducción de la imagen visual ya construida.




En el lanzamiento del libro,” Valledupar, desde la otra orilla”, Biblioteca Departamental, “Meira del Mar”, Barranquilla, diciembre, 2004.



Solicito también que me permitan presentar dos cuadros ligados por un mismo sentimiento de nostalgia. En el primero es posible captar en el fondo gris de las sombras de los cerros, bajo la vieja tarde de los años, los sonidos y las voces que recrean el juego de los niños y los consejos, advertencias, risas y regaños de los adultos. En la distancia se escuchan tañidos de campanas y cantos infantiles de alegría y esperanza. Entre esos niños se halla el hijo de don Eleuterio y doña Juana, la maestra del pueblo. El chiquillo persigue la mariposa que le rozó la cara y que ahora se ha posado en la flor de Mariangola. Pero ¡Oh, maravilla!...En el segundo cuadro se ve que de los cuatro puntos cardinales se va levantando un halo misterioso que va creciendo. Es una cara que se va definiendo poco a poco. ¿Será un milagro? Se parece a todos pero a nadie en particular, tiene alas y cuerpo de mujer: parece un ángel, pero no, no lo es. En todo caso debe de ser una aparición celestial. Sí, es una fábula. Camina por sobre los cerros y las casas y se dirige lentamente hacia acá. Ah, y trae un niño en sus brazos. Ahora le está dando de mamar. Pero, ¿qué ha pasado? Ha ocurrido una transformación: la fábula se ha vuelto leyenda, señores, y el niño que trae en los brazos es el cachaquito de Mariangola. El es también parte esencial de la íntima majestad de este acto.

José Atuesta ha consagrado su vida a la educación. Entre las relaciones que se producen en una organización educativa sobresale la conexión entre las instituciones y las personas que constituyen su “activo” más importante. Al hurgar en la educación y la cultura del Cesar, encontramos que en su largo historial de servicio, el profesor Atuesta ha ganado preeminencia indiscutible en el terreno de los significados y los símbolos, propios de su amplia producción literaria y de su trasegar como promotor de cultura. Permítanme decir que si sus acciones hubiesen tenido el eco político adecuado, los resultados de su gestión ultraburocrática tendrían la figuración que se merecen. Pienso que, debido a que el tipo de liderazgo ejercido por el profesor Atuesta no consiste en la práctica de la autoridad y el ejercicio arbitrario de un poder, la repercusión de su trabajo habría podido ser pedagógica y culturalmente mayor; si otros hubieran sido la filosofía y los presupuestos vigentes en el proceso enseñanza-aprendizaje, mayores frutos estaríamos viendo. Súmense a ello las estrecheces canónicas de las programaciones oficiales y el rigor minimalista con que se miran en Colombia la cultura literaria y el valor de la poesía en la formación del hombre. Es triste, en fin, que nuestra educación no esté constituida por organizaciones incluyentes, capaces de aprender y de favorecer la búsqueda de metas comunes y compartidas.

Haber publicado José Atuesta Mindiola varios libros de poemas y participado en varias antologías regionales y nacionales, ganado meritorios reconocimientos en convocatorias y concursos nacionales; haber sido rector del colegio José Rodolfo Castro y decano de la Facultad de Educación de la Universidad Popular del Cesar, haber comentado durante años, en artículos de prensa, diferentes aspectos de la cultura en la Colombia nacional, regional y local; haber hecho historiografía de la literatura en la prensa y haber iniciado una incursión sociológica sobre el pasado cercano de su Mariangola del alma, coloca a este escritor colombiano -como dice el Nobel de Literatura de 1987, Joseph Brodsky- “en un futuro que (él mismo) no puede medir”. Tengamos por seguro que esa obra sobrevivirá al escritor en una forma de futuro –y sigo copiando a Brodsky- “mejor que la memoria de unos cuantos familiares o amigos, memoria ésta en la que uno no puede confiar”.




Profesores, Luis Prada, Miriam Vence, José Atuesta, Oswaldo Quintana, Olga Mercado, Héctor Caro, Consuelo Echeverría y Félix Díaz Molina, Colegio Instpecam, Valledupar, octubre, 2003.



No tengo competencia para esculcar en los vericuetos secretos de la razón poética de José Atuesta ni pretendo encontrar, a la manera de Diógenes, el sentido de la luz en un nacimiento continuo que es su propio paso por el tiempo, por la historia. Se trata más bien de intentar relacionar sólo un poco “razón y vida, ser y existencia” porque esa simbiosis de vértigo, ese luminoso misterio vital es lo que este poeta vallenato ofrece en el universo metafórico de su obra en el cual se incluyen, por supuesto, no sólo las metáforas propiamente dichas sino también los símiles y los juegos sinestésicos del lenguaje que él emplea.
En alguno de mis escritos de prensa, aludía yo a la capacidad que tenemos los humanos para construir símbolos de eternidad. Antes de ese logro, dicen los expertos que nuestros tanteos e intentos de construcción [1]tuvieron la forma de meras invenciones de irrealidad que se hicieron creíbles poco a poco en los pueblos y adquirieron cuerpo por medio de la fe. Y fue así como, al ir tomando forma material, tales invenciones se volvieron reales. En eso consiste el juego de la creación por la metáfora*, especie de cantera de símbolos trabajada por la palabra enamorada, convertida en el caso de José Atuesta, en una eficiente maquinaria lúdica que fabrica realidades. Remito a la lectura de la obra del poeta



En primer plano, los profesores, Teófilo Herrera, Rosa Romero y el poeta Dimas Durán, Mariangola, 2009..


En su libro Valledupar desde la otra orilla, por ejemplo, donde el poeta se vuelve ciudad, ésta se busca a sí misma en los recodos de la historia y esa historia es una vida plena, un sueño histórico en que hay un argumento, una estructura. El Valledupar de Atuesta no es, en palabras de Maillard, “el sueño de un idiota”. Y es que para tener conciencia de sí el Valledupar de sus poemas, sacudido en los últimos tiempos por el remolino de los odios y las certezas imposibles, deberá volver a la historia de “una cerbatana de luz que celebra tu cuerpo de mujer” y dejar que fluya “el lúdico amanecer de la palabra”, de esa palabra que en décimas bullangueras, colmadas de recuerdos, tintineantes de sinceridad, van recorriendo los terrenos del afecto en busca de reconciliar al hombre con su pasado, con sus orígenes.
Este urgente llamado de la poética atuestiana, trasciende al hombre provinciano para alcanzar validez en el hombre universal. Y es que en su obra el firmamento del poeta se nutre de manera recurrente del pasado mítico de la ciudad y la región. Como ya dije, no me alcanza el alma para decir por qué el escritor ha escrito su obra, ni cuáles han sido sus pulsiones, ni sus constricciones ni sus límites. Percibo, sí, que, a fuerza de lidiar con símbolos, José Atuesta se volvió un símbolo y su pedagogía del afecto por la palabra lo hizo un sembrador de metáforas. El poeta, por ejemplo, nos invita, con suave gesto, a probar el nuevo sabor de la brisa que acaricia a Valledupar, sabor que adquirió su esencia en el trayecto de dolor que baja del alma profanada de la Sierra hasta los caminos sinuosos de los ríos y de la gente. Nos convida a abrazar de nuevo la mansedumbre de las sombras de la tarde, donde se recupere de sustos el corazón vallenato del juglar. Su obra es un abierto horizonte para que el hombre inseguro de este tiempo pueda reencontrarse a sí mismo y para que muchos colombianos salgamos de la ignorancia y la superficialidad y adquiramos una conciencia profunda de nuestra dignidad y nuestros derechos y que, como dice William Ospina, usemos las palabras para revelar y no para ocultar las cosas, así a la literatura le interese el placer y no directamente la verdad. Dicen los que saben que la mentira del poeta, como todas las otras mentiras, desempeña un papel fundamental en el desarrollo vertiginoso de la inteligencia. Entonces que Dante me abra en el infierno un hueco por afirmar que, si hay un alimento excelso para la inteligencia, ése es la metáfora del poeta.
Siguiendo el curso de estas ideas, nos vamos acercando a otra afirmación: la lengua es una metáfora de la cultura, pero es también la cultura misma. Tal vez una mirada breve a la variedad de personajes que asume textualmente su discurso poético, en Valledupar desde la otra orilla nos presente diversas voces. He aquí algunas, en mi sentir: a) en “El monólogo de Francisco el Hombre”, el mito no es un héroe de lides, hazañas y matanzas; es un terrible y largo guayabo que no sólo le hace ver el diablo a Francisco El Hombre sino que también lo obliga a ir en busca de sí mismo; b) “La eterna dicha de mis cuerdas” es un epítome de la evolución instrumental del vallenato y de los cantares que mimaron su futuro; c) las “Acotaciones de un indígena kogui” son un manto de luz genésica que cubre la historia de una raza; d) en las “Confesiones íntimas de María Concepción Loperena”, el poeta es un enamorado de la heroína y de la epopeya de dolor que empieza en sus palabras; e) en la “Caligrafía de un nazareno”, el poeta es un desfile de leyenda que suplica por la solución de los problemas terrenales que arrecian con el tiempo; f) en el “Monólogo de Consuelo Araújo”, la cacica vallenata es la espada que zanjaba disputas mecidas por la brisa de abriles amarillos. Allí el poeta se vuelve voz del alma femenina que supo regar en esta tierra las flores sin ocaso de la música y el canto; g) en “La leyenda del río”, el cantor Atuesta desnuda la soledad de la sirena y la baña con el perfume sagrado de los mitos antes de preguntarle el camino de su origen; h) en “Estas calles siempre han sido mías”, el poeta retorna a la historia de una ciudad que es, ella misma, historia donde la música siempre ha hecho la alborada; i) en “Siempre te veré, padre”, el poeta es el niño que ve a don Eleuterio avivar en el jardín “los colores de las rosas”, lo ve con sus amigos y en su trabajo de hombre honrado y bueno que sabe leer los secretos del corazón del Cerro ´e la Ve; j) en “La maestra Juana Mindiola” acompaña con ojos de dulzura la bella silueta de la maestra que bordó oraciones y consejos y quereres en el alma de su pueblo y en el porvenir de su hijo. De su mano recogió las primeras palabras de una panoplia de voces populares que embellecen sus décimas de ensueño y son asunto de uno de sus libros.


El poeta con su hermano, el médico Alberto Atuesta, Rio de Oro, Cesar, enero 2001.


Habiendo llegado a este punto, puede decirse que Atuesta ha logrado fundir en uno el poema de su vida y el poema de su obra. Leerlo es descubrir que la tarde es simplemente el ocaso de la mañana y que su mundo de maestro está regido por el amor a la palabra. Sus manos de alfarero modelan el paisaje de los sueños y transforman en imágenes la quimera de la vida. Sus búsquedas en los géneros que ha cultivado semejan un tejido que trasmuta el pasado de los hombres y las cosas en el futuro esencial de los amores.


Literatura en el Caribe colombiano (Dos poetas del Cesar)**

(Fragmentos, tomado del libro del mismo nombre, publicado en el 2008, del la autoría del escritor y profesor de la universidad de Córdoba, José Luis Garcés González).
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Meira del Mar, Jose Atuesta, Falena, Belky y Angélica, auditorio del Banco de la República, Valledupar, septiembre, 1995


Luis Mizar es un poeta interior: por fuera puede parecer un apacible vendedor de mostrador o un astuto jugador de domino que, para cazar incautos, se las da de ágil. Caminando despacito, rostro de barbas, una camisa popular y mochila al hombro. Su indumentaria la cubre su personalidad esencial. Al contrario de otros, que lo que no llevan por dentro quieren mostrarlo por fuera.
Y uno se pregunta: ¿Qué clase de poeta es este que incluye en un poema un verso que habla del cordón de su zapato derecho?, ¿Quién, en el fondo de este, habla del “almendro que intentar rozar con sus ramas la misericordia y el aroma de Dios?.¿Que lleva a este poeta a escribir el salmo del reclamo, en el cual implora, exige, invoca, “Señor, yo merezco(y por eso reclamo), una múcura de dolor más pesada y mas grande”. ¿Cómo hace este creador para poner a flotar una magia que le permite solicitar: “Señor, en estos instantes de apretados de sal dame valentía, dame serenidad para lidiar el toro barcino, de cornamenta brava que será el día de mañana”?
Mizar no delata su talento. Como practicante del azar, su talento es una carta escondida. Solo lo demuestra en la escritura. Cuando escribe se descubre, y poetiza sus obsesiones, sus quimeras, sus demonios. Y con ellos, instala la burla, convoca al sarcasmo, azota con la ironía, desmantela la transcendencia y crea una poética de acentuadas particularidades.
El discurso de José Atuesta Mindiola vincula elementos humanos y telúricos de su región a un logrado lenguaje de ambiciones universales. Su tono es luminosos y posee una matemática especial parea saber dónde termina el verso. Así, la palabra adquiere una exactitud que le otorga belleza y eufonía a la comunidad poética. Textos como “El sombrero de patiero, El llanto de una mujer kogui, Instancias de un niño a su padre”, podemos clasificarlos como básicos en cualquier antología de la poética caribeña y colombiana.
En el libro Estación de los Cuerpo, e caracteriza por tratar temas regionales y universales. El poema “Soloquio de una Princesa Wayuu”, sintetiza el pensamiento de una indígena enfrentada al olvido, que aun desde la tumba demuestra lo trascendencia de su raza. Hay otra faceta del poeta es el tema ecológico, como “el árbol no solo a ti te pertenece/pertenece al pájaro/ y a la intima aventura de su vuelo”. También revela la impresión de esa guerra que a todos nos toca y que el poeta pone en boca de una niña…” ¿Cómo vivir otras sensaciones/ si el dolor interminable de la guerra/ nos llena el cuerpo de muerte?



EL DECIMERO.
Por Julio Oñate Martínez.


José Atuesta y Leandro Díaz, de pie, Eugenio Salas, La Jagua del Pilar, octubre 2003.


La décima es una modalidad estrófica ampliamente difundida en los países de habla hispana que apareció en el viejo mundo a finales del XVI en un momento importante en la evolución de la lirica en Lengua Española. Su paternidad ha sido otorgada a Vicente Espinel, razón por la cual esta forma poética es conocida también como Espinela.
Entre las principales características que diferencian la décima de sus similares, están sus estrofas octosilábicas que muestran una pausa después del cuarto verso, pero con una gran fuerza expresiva que le confiere su forma de rimar según el modelo impuesto por Espinel. Esta disciplina es descrita grafica y claramente por el inolvidable y excelso decimero cordobés (Sahagún) Alejandro Martelo cuando pregonaba:

Todo canto decimero
Tiene la rima que pinto
Primero con cuarto y quinto
Y segundo con tercero
Sigue el seis de compañero
Con el siete y con el diez
Y como la rima es
El motor que el verso mueve
Sigue el ocho con el nueve
Para darle solidez.

A pesar de que la gran mayoría de las manifestaciones culturales folclóricas de la Colombia mestiza se mantienen vivas, existe una subvaloración de la Decima, pues cada vez son más escasos sus cultores que por allá en los pueblos y veredas de nuestra Región Caribe de Colombia, aun dejan escuchar su canto conmovedor y melancólico enriquecedor de la tradición oral como reflejo de la herencia Juglaresca que de España nos llego. Algunos de los viejos juglares de nuestra gran provincia que se lucieron con ella, le han dado supervivencia a la Decima a través de paseos y merengues o improvisaciones parranderas dignas de elogios comentarios, como han sido los casos de Emiliano Zuleta Baquero, Toño Salas, Leandro Díaz y Camilo Namen con sus “versos de 10 palabras” que hoy en día solo unos pocos llegan a dominar con destreza. Como una golondrina en el verano vemos al escritor y poeta Mariangolero José Atuesta Mindiola como el último bastión decimero que lucha en forma notable, constante y didáctica por no dejar que en nuestro medio esta llama se extinga cumpliendo así con el mandato de nuestra ley general de educación que en su objetivo 6 dice: “Se deben adoptar métodos de enseñanza sobre el estudio y compresión critica de la cultura nacional, como fundamento de la unidad Nacional y su identidad”.
En su reciente publicación titulada “ La decima es como el Rio” Atuesta Mindiola nos encanta con la magia descriptiva de su verso y espontáneo, cual Mester de Juglaría de la edad Media Española al narrar en forma grata y cordial el acontecer diario del país vallenato, que sin duda marchara en el tiempo hacia la posteridad del folclor literario colombiano. Quizás la mejor forma de homenajearlo es con lo que más le gusta, con una decima de mi inspiración.

José Atuesta es la figura
El ilustre decimero
Que al patio mariangolero
Deja en la literatura
Siempre buscando la altura
Con su verso claro y diestro
Escribe con gran acierto
Enriqueciendo el papel
Así como hacia espinel
De todos el gran maestro.








COPLAS DEL GOBERNADOR DEL CESAR, CRISTIAN MORENO PANEZZO AL POETA,

Cesar López, La Secretaria de Educación Mariela Solano, José Atuesta, Luis Mendoza Villalba y Giomar Guerra Bonilla, Mariangola 2009

En La Disertación Sobre la Poética de Atuesta, La Secretaria de Educación Departamental, doctora Mariela Solano Noriega, leyó las coplas escritas por el gobernador que titulo UN PROYECTO DE VIDA, HECHO EN VERSO Y ESFUERZO. He aquí el texto:
“Registramos con gran complacencia el merecidísimo homenaje a nuestro amigo mariangolero, profesor, poeta, consejero editorial y autoridad cultural de nuestro departamento, licenciado José Atuesta Mindiola. Unas pocas líneas de afecto, reconocimiento y admiración por siempre.
El folclor vallenato
al que el poeta le apuesta,
del Cesar un hijo grato,
por siempre es José Atuesta

Y en cada amanecer,
cuando brilla más el sol
se siente su saber
acosejando en El Pilón.

Todas las generaciones
de él, tienen el privilegio,
conocer sus expresiones
en libro o en el colegio.

Decimos de corazón
de este mariangolero,
defiende la tradición
aquí o en el mundo entero.

Y ya para terminar,
recalcamos despacito:
viva Atuesta y su festival,
“Festival del Cachaquito”.




DECIMAS DE RICARDO OLEA


El decimero y profesor, del municipio de Buenavista del departamento de Córdoba, Ricardo Olea, Mariangola, 2009.

De mi tierra cordobesa
he venido aquí al Cesar,
porque voy a homenajear
a un hombre por su nobleza,
su talento es su grandeza
porque pinta cada día
la más inquieta poesía
que en el alma se enarbola
es José Atuesta Mindiola:
música, canto y poesía.
II
Mariangola que te ha visto
trenzar tus versos de oro
con la magia y el decoro
que el Padre Dios te ha provisto;
sabe que eres hombre listo
que ha logrado que se abra
el sentimiento que labra
las penas del corazón,
porque tus décimas son
medicina hecha palabra.
III
Transparente como el río,
soñoliento cristalino,
siempre alegran mi camino
tus versos amigo mío,
ellos me dan poderío
para expresar lo que siento,
me lleno de sentimiento
para cantar con mi pecho,
aunque el camino se estrecho,
con los violes del viento.
IV
En el Cerro de la Ve
voy hacerte un monumento,
lo juro en este momento,
cantando lo cumpliré;
porque hombres como usted
que nos dan tanta alegría
con su magia y su poesía,
se los digo en mi cantar
que en la tierra del Cesar
no nacen todos los días.












DECIMAS DE JOAQUIN PERTUZ


El cantador de décimas, Joaquín Pertuz Barrios, José Atuesta y sentado, Cesar López. Auditorio Aducesar, abril 2002.Presentacion del CD, Décimas al decimero.


Un homenaje especial
le hacemos en Mariangola
a José Atuesta Mindiola,
su bello pueblo natal,
y de manera cordial
la gente alegra lo espera,
y también de igual manera
el Santo Cristo, el patrón,
y Joaquín Pertuz, el cantor
con su lira decimera.
II
Con mi lira decimera
aquí le vine a cantar
al poeta ante un altar
con el padre Alfredo Guerra;
José amable aquí en su tierra
muchos lo acompañarán,
en casa de Dimas Durán
y Marta Bello, su esposa;
la poesía será la rosa
que todos recordarán.











TRES FRAGMENTOS DE CANCIONES FINALISTAS DEL CONCURSO DEL FESTIVAL DE MARIANGOLA, 2009.


El profesor Jose Atuesta, entrega la primera medalla artística a Silvestre Dangond, en el II Festival Intercolegial del Instpecam, Valledupar Octubre 1993


EL POETA MÁS GRANDE
(Autor, CESAR DEL CASTILLO)

Ay, quien dijo que en un pueblito
no podía nacer una figura
eminente como él, un hombre grande.
Ay, quien dijo que no podía
nacer con ese don,
un ser humilde y de buen corazón,
como sus padres.
Me cuentan que Juana Mindiola su madre,
le enseñó en una tarde un poema
y fue bella la enseñanza
que el dio su vieja del alma.

HOMENAJE AL POETA
( Autor, Luis “ El Ñego” Fernández)

Hoy quiero hablar de ti,
me nace hablar de ti,
para decir lo importante que eres
y lo orgullosa que está Mariangola
del escritor y poeta,
de ese gran hijo de Juana Mindiola.

LA BIOGRAFÍA DEL POETA
(Autor, Robinson “El Pollo” Ariza)
Nació en la tierra más bonita lo juro
un gran poeta que hoy es inmortal,
orgullo nuestro y de Colombia ante el mundo,
hoy estos versos le vine a cantar.
El es hijo de un gran hombre
en que un día bautizara el Cerro de la Ve,
cual gigante coloso
de cuerpo verde rocoso,
versos tan lindos que no olvidaré
José Atuesta Mindiola, mi amigo, poeta de Mariangola y de Colombia.
Por José Guillermo Castro


José Guillermo “Pepe” Castro, recibe una condecoración de la presidenta del Festival ”tierra del Cachaquito”, Elibeth Zequeira, le acompaña Jose Atuesta, Mariangola, septiembre 2008.


He leído muy agradecido, la nota hermosa escrita en prosa y en verso publicada en el periódico EL PILÒN, en donde me destacas como hombre soñador y con mucho sentido común, que desde mis inicios como hombre en 1946, ha sido rica en realizaciones. Han pasado muchos años, todavía recuerdo las personalidades del caserío de Mariangola, desde su comisario mi compadre Vidal Ortiz, que el 10 de abril de 1948, idealista controlaba el tránsito él solo con una escopeta vieja, cumpliendo órdenes de la Junta de Gobierno, que trataron de formarse después del asesinato del gran líder Jorge Eliécer Gaitán.
Para esas fechas, tú no habías nacido, pero ya tu madre Juana Mindiola, maestra abnegada, les enseñaba cultura a los niños del caserío y era ella, la que presidió con Juana Ochoa y Telecila de Rodríguez, los actos cívicos como las famosas velaciones al Santo Cristo. A uno de ellas en 1954, asistí acompañado de mis vaqueros y los de hatos de vecinos, donde motivò a que donara la imagen del Santo, que fue entregado a la población, acompañado y con las bendiciones de ese venerable que fue monseñor Vicente Roig y Villalba, obispo de Valledupar. Esa visita le trajo progreso al caserío, porque el honorable Concejo Municipal presidido por mi tío, doctor Pedro Castro Trespalacios, le dio la carta de mayor edad, convirtiéndole en corregimiento.


Al recibir Condecoración de la Cámara de Representante por los 60 años de vida Institucional del Instpecam, Valledupar, diciembre del 1999. .


Esa primera invitación a la fiesta del Cristo en Mariangola, fue el primer paso para participar en la vida política del Cesar y Colombia, porque ese día compartí intensamente con el pueblo, que en su totalidad era humilde. Les brinde confianza, amistad y sincero cariño que ha durado muchos años, cuando aun hoy acuden a mi casa los viejos amigos de Mariangola, ya ancianos, a conversar y recordar las cosas ya viejas, como cuando se inauguró el corregimiento (primero de diciembre de 1958) y el alcalde Manuel Pineda Bastidas, nombró como primer inspector a Marcos Mendoza, quien arrastrando los pies me visita de vez en cuando, para recordar a los que ya se fueron y especialmente como en 1966, llegué a la Alcaldía de Valledupar y nombré de inspector a tu ilustre padre Eleuterio Atuesta, que formado en la Policía Nacional, traía cultura diferente de aspiraciones y progreso.
De esa Alcaldía de quince meses, quedó para Mariangola la iglesia y la primera escuela, construidas en uno de los ángulos de la hoy plaza principal, igual que el puesto de salud, que se convirtió en una obra grande. Cuando llegué a la Gobernación del Cesar, obra ésta construida bajo los auspicios del ilustre médico doctor Hermes Pumarejo Hernández. De esta gobernación salió igualmente para Mariangola el colegio de bachillerato Rodolfo Castro Castro, nombre éste para homenajear a mi hermano, quien por muchos años fue inspector de policía teniendo como secretario un hijo del pueblo, Jaime Vásquez Díaz. También se dio inicio a la construcción del carreteable a Villa Germania, Montecristo, Santa Tirsa, La Gallineta, etc.
Como siempre hubo escépticos profesionales, que consideraron una burla el colegio de bachillerato para el pueblo, pero soñador como he sido, pensé en los hijos y nietos de Chencho Flórez, Rafael Rodríguez, Juan Vásquez, Vidal Ortiz, Enrique Ariño, José Ruíz, Juan evangelista Díaz, Rigoberto Vásquez y los de muchos cachacos, que tuvieron allí la oportunidad de escalar un nuevo peldaño y poder culminar, como lo han logrado muchos el doctorado en muchas ramas de la cultura.
Todo esto fue obra de un idealista con la ayuda de muchos amigos, entre los que destaco al doctor Luis Mariano Murgas, como Representante a la Cámara, se encargò de nacionalizar los veinticuatro colegios que había creado como gobernador del Cesar. Esta obra fue culminada por doña Paulina Mejía, esposa de mi tío Pedro Castro Monsalvo, como gobernadora del Cesar consiguió del gobierno del doctor Virgilio Barco que giraran los fondos para su total funcionamiento.
De la vía iniciada por mi hermano Rodolfo Castro Castro, muchos ayudaron, entre ellos don Manuel Germán Cuello, quien fundó Villa Germania, pero con ese mismo sentido práctico les llevè la vía hasta Santa Tirsa, y de allí hasta Pueblo Bello. Mariangola siempre gran emporio ganadero, hoy es un centro cafetero y gran productor de plátanos, ahuyamas, aguacates, cítricos, etc., que abastecen el mercado de Valledupar.
Esta participación en el progreso de Mariangola, es una minina parte de lo que le hice como político a infinidad de pueblos del Cesar. Sigo siendo ni siquiera bachiller, pero con mucho sentido común, hice parte de una generación trabajadora y por eso me pregunto:
-¿ Que está pasando en nuestro departamento?.- Cuando se eligen alcaldes y parlamentarios con mucha bulla y luego ni suenan, ni truenan, ni relampaguean y sólo se escucha de ellos, cuando llegan las ordenes de captura por abuso, no de autoridad, sino de atentar contra el tesoro público.
Por eso muchos recuerdan con cariño mi famosa frase: “Buldòzeres adelante, abogados atrás”. Hecha la obra lo demás se arregla.












Valledupar presente en Cuba con José Atuesta
REPRESENTÓ A COLOMBIA EN LA CUCALAMBEANA 2009



El poeta presentado su ponencia en Las Tunas, Junio 2009.

La Jornada Cucalambeana (29 de junio al 5 de julio) es la fiesta suprema de la cultura campesina en Cuba, que tiene su sede en Las Tunas en simultánea con el Encuentro y Festival Iberoamericano de la Décima. A estos eventos asistió como invitado especial el poeta y decimero nacido en Mariangola (Cesar), profesor José Atuesta Mindiola, producto de la gestión de la Fundación Reyes y Juglares Vallenatos que dirige Lolita Acosta.
La Jornada Cucalambeana tuvo este año una especial significación al cumplirse el 1 de julio el 180 aniversario del natalicio de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, “El Cucalambé”, a quien anualmente se le rinde homenaje con este evento. Por lo demás, el evento este año estuvo dedicado al Premio Nacional de Literatura Pablo Armando Fernández, a la improvisadora Tomasita Quiala y a la región de la Sierra Gorda del estado de Querétaro (México).
Así como en Valledupar a partir de 2001 con la celebración del Encuentro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado y en muchos lugares de Colombia, la Casa Iberoamericana de la Décima de Las Tunas (Cuba) y el Museo Histórico de la Sierra Gorda (México) desde hace varios años realizan valiosos esfuerzos para abrir espacios de intercambio de experiencias y de procesos formativos de los géneros poéticos de tradición, como la décima, la versificación improvisada y la piqueria, controversia o contrapunteo.
Por primera vez en la Jornada Cucalambeana un vallenato se hace presente, en este caso, además del aporte de su inspiración poética decimal, con su conferencia expuesta en el XVII Coloquio Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado ”La huella ibérica en las culturas tradicionales latinoamericanas”. Su ponencia tuvo como título “La décima en la región vallenata”.




En el desfile inaugural del Encuentro Iberoamericano.
Nuestro delegado, el poeta y escritor de décimas José Atuesta Mindiola, tiene publicados los siguientes libros de poemas: A los ojos de todos, 1982; Dulce Arena del Musengue, 1991; Estación de los cuerpos, 1996; Un tambor roto en la pisada, 2001; Valledupar, desde la otra orilla, 2004; Décimas vallenatas, 2006; La décima es como el río. 2008. Ha sido incluido en las siguientes antologías: La poética de autores cesarense, 1992; Poemas al padre en la poesía colombiana, 1997; Voces de fin de siglo en la poesía colombiana, 1999. Ganador del Premio Nacional “Que descanse en paz la guerra 2003”, convocado por la Casa de Poesía Silva de Bogotá; ganador de la II Convocatoria del Concurso de Historia Regional de la Universidad Popular del Cesar y la Gobernación en 2007, con el trabajo ”Sabanas de Mariangola”. En 2002 editó un CD de décimas de su autoría con la voz del cantador Joaquín Pertuz Barrios. Fue columnista de El Diario Vallenato, El Diario del Caribe y El Tiempo Caribe y en la actualidad lo es de El Pilón. Licenciado en Biología y Química (1977) y Especialista en la Enseñanza de las Ciencias Naturales (1998). En la actualidad ejerce la docencia en Valledupar, en el Instituto Técnico Industrial Pedro Castro Monsalvo. En varias ocasiones ha sido jurado de del Festival Vallenato en los concursos de canción inédita y piqueria, y de otros festivales en piqueria y décima improvisada.

DECIMAS CUBANAS DE TOMASITA QUIALA
Tomasita Quiala, una de las mejores exponentes de la decima improvisada de Cuba, le cantó estas décimas al poeta.



Jose Atuesta con Tomasita Quiala, Las Tunas, Cuba, julio 2009I


Hoy mi casa este de lujo
recibiendo a tres amigos,
que la espiga de diez trigos
hasta mi hogar los condujo,
puso en función el embrujo
de mi canto decimero,
no importa que sea extranjero,
no importa que sea cubano,
aquí está mi humilde mano,
Atuesta, Oswaldo y Marrero.
II
Llévale a Valledupar
el saludo de una ciega,
a quien Dios hizo estratega
con el don de improvisar,
dile que en este lugar
yo soy cabeza y no cola,
que cuando me quede sola
revisando mis latidos,
me da gusto haber tenido
al poeta en Mariangola.
III
Llévame a Valledupar,
invítame José Atuesta
para que pongas de fiesta
las palomas a volar,
cuando me quieras llevar
no me mandes vino de uva,
deja que la caña suba,
que el aguardiente sea un arte,
que yo voy a cualquier parte
a representar a cuba.
IV
También le canto a la esposa
de nuestro hermano José,
le mando un ron, un café,
un tabaco y una rosa,
una tierna mariposa
que empieza batir sus alas,
los jazmines y picualas
que crecen junto del río,
con todo esto tan mío
te saludo Belky Salas.







DÉCIMAS DEL CUBANO VICTOR MANUEL MARRERO.


El poeta, con decimero cubano, Víctor Marrero y de pie el venezolano Oswaldo González. Las Tunas, Julio 2009


EN EL DIA DE TU HOMENAJE
I
José Atuesta Mindiola
desde mi Cuba te envío
este gran abrazo mío
en el lomo de las olas;
tu querida Mariangola,
hoy viste su mejor traje
para rendirle homenaje
al escritor y poeta,
que cabalga en la cuarteta
más hermosa del paisaje,
II
En mi voz este mensaje
de todo el pueblo tunero,
que te vio como un lucero
brillar entre los celajes.
Te vio tejer en encaje
con versos del infinito
y desentrañar el mito
en tierras cucalambeanas,
coloreando las mañanas
en los predios del Cornito.
III
Hoy te abrazan la alegría
de los que te quieren bien
y todos van en el tren
sonoro de la poesía,
Parece una profecía
desde el amigo sincero
pues sobre el esmeraldero
verde suelo colombiano,
te saludo este cubano,
tu hermano, Víctor Marrero.



La música folclórica
Por José Atuesta Mindiola



El ex presidente Alfonso López Michelsen y Jose Atuesta Mindiola, Valledupar, Enero 2000


La música es la ensoñación que emerge del hontanar más puro de los sentimientos. Es la arquitectura de los acordes sonoros que vence las trémulas diatribas de la muerte. La música es como el rio, un viejo camina que anda y deja en su andar, arpegios de alegría y esperanza.
La música es un regalo que Dios les hizo a los hombres para que vencieran el terror de la soledad y la tristeza. La música es la medicina del alma que prolonga la alegría de los años. Dice una leyenda, que Matusalén, el personaje bíblico que vivió más de setecientos años, en las noches solía caminar por las orillas del mar y se abrazaba con el sonido de las olas, y en el amanecer buscaba las riberas de los ríos para arrullarse en el canto de los pájaros. Estos ejercicios eran sus terapias para estar siempre alegre y de buena salud.
Contemplar las cosas bellas armoniza los sentidos. Una estación de melancolía puede ser vencida por la melodía y la letra de una buena canción. Un enfermo en un hospital puede mejorarse al escuchar las palabras afectuosas de un medico o al percibir la sonrisa cariñosa de una enfermera o al observar el color celeste de sus ojos, la silueta guitarreada de sus caderas o la perfecta simetría de sus piernas debajo de su minifalda. La belleza en sus formas físicas y espirituales, embellecen la vida y el espíritu. Por eso, somos de la opinión, que en los pasillos y consultorios de los hospitales y clínicas, debe haber música selecta que armonice los estados de ánimos de los pacientes.
La buena música incita a las nobles acciones del ser humano. La calidad del arte permanece en la memoria colectiva de los pueblos, y supera las fronteras del tiempo. “Gracias le doy a la vida”, una canción escrita por Violeta Parra, interpretada por la cantante argentina, Mercedes Sosa,
pertenece a la antología universal de la música folclórica. Esa canción es bella, por su contenido poético y musical: es una oda a la vida, un elogio a la esperanza, una alabanza a Dios, un clamor a la paz. Más allá del siglo XXII o del XXX, se seguirá escuchando esta canción. Algo similar pasará con “La casa en el Aire” de Rafael Escalona y “La gota Fría” de Emiliano Zuleta.



Humberto Atuesta, Oscar Atuesta, Jose Atuesta, Armando Palmera, Juan Jose Atuesta, Valledupar, diciembre 2001



Mercedes Sosa, recién fallecida, era considerada una cantante del folclor latinoamericano, y se esmeró por grabar canciones de vida, de esperanza, de amor y de sueños libertarios. Los autores de sus canciones eran representantes del folclor, no eran compositores eruditos de academias. Quiero subrayar esto, porque en nuestro medio, desafortunadamente algunos comentaristas tratan de justificar la poca calidad de algunas canciones con el nivel académico y el oficio del autor. “Esa canción es de un señor que maneja una carretilla”, se ha escuchado en estos días.
El folclor no significa que haya que atropellar la gramática, ni cantar letras vulgares de doble sentido. La vulgaridad siempre será vulgaridad, y es flor de un día. Las canciones se miden por su calidad musical y poética, independiente del nivel intelectual y social de sus autores.















HAYDEE ATUESTA DE RESTREPO
Por José Atuesta Mindiola
El poeta, con su hermana Haydé Atuesta de Restrepo, su señora Belky Salas y su hija, Falena, Teatro Amira de la Rosa, Barranquilla, Diciembre 1997


Este sueño efímero que es la vida, hace historia en el tiempo, cuando el amor, signo vital de todas las acciones humanas, se reviste de fe y fortaleza para que la generosidad sea el abecedario del espíritu y no decaiga frente a los primeros amagos de la tormenta.
El sueño efímero de Haydee Atuesta de Restrepo deja recuerdos que hacen historia. Al nacer, si figura tierna y graciosa fue merecedora del apelativo cariñoso de “muñeca”, por eso para sus padres y hermanos era y será siempre “La Muñe”. Desde pequeña tuve afición por la lectura y la poesía. En 1963, cuando cursaba tercero de bachillerato en el Colegio Femenino Prudencia Daza, de Valledupar, solía declamar en los centros literarios y en los programas radiales de fines de semanas. Su bachillerato lo terminó en el Colegio Biffi, de Cartagena en 1996, y en reconocimiento a sus cualidades académicas, al año siguiente fue nombrada profesora del mismo plantel.
Su visión era la universidad. En el Externado de Colombia en Bogotá al tenor del desvelo de los códigos heridos conoce a Martin Luciano Restrepo, su esposo. Y ambos se titulan abogados en 1972. Su peregrinación permanente fue el estudio. Había aprendido de Albert Einstein que el estudiar no es un deber, sino una envidiable oportunidad para aprender a conocer la liberadora influencia de la belleza en el reino del espíritu, para la alegría personal y para el provecho de la comunidad para la cual se trabaja.
La disciplina de estudio dotó a su inteligencia de ecuanimidad para proceder siempre bajo la rectitud de la justicia. Esto motivó el respeto y la admiración de sus superiores, condiscípulos y subalternos del poder judicial de Barranquilla, donde se desempeñaba como Fiscal delgada ante el Tribunal Superior.
En Barranquilla conoció amigas y amigos, que sin ser compañeros de infancia ni de consanguinidad cercana se entregaron espontáneos y solidarios a la condición humana de compartir con entusiasmo sincero las cosas que llenan de fiesta el corazón.
El 28 de febrero DE 1998, la tierra leve recibió su cuerpo joven y bello; su espíritu se fue a un lugar del paraíso. Aunque todo parezca un sueño (porque esa es la vida), un ritornelo de su espíritu hay en mi espíritu. Su voz está en mis sueños y escucho que me dice: “no lloren por mí, estoy feliz en un lugar del paraíso. Gracias le doy a Dios por la vida y por todas las peticiones concedidas. A todos los quiero mucho y que Dios los bendiga”








DECIMAS DEL POETA
LA COFRADIA.



Bodas de Oro de matrimonio de los padres del Poeta. En primer plano, los hermanos, Gabriel, el poeta, Juan, los padres, José Eleuterio y Juana Bautista, Inmaculada y Sara Inés. Mariangola, mayo 1993, Sacerdote Pablo Salas Anteliz.

I
De allá del pueblo `e Santana
viene el apellido Atuesta,
Familia buena y honesta
que a la amistad engalana.
y son de costumbres sanas,
cultivan la gratitud,
el trabajo es su virtud
que cumplen con altivez.
El que vive en la honradez
no se oculta de la luz.

II
José Eleuterio, mi padre,
fue el primero que llegó,
con la bendición de Dios
a la tierra de mi madre;
como bajando del aire
aquí detuvo su vuelo,
y encontró bajo este cielo
su tierra de promisión.
El hombre de convicción
pone los pies en el suelo.
III
Y Pablo llegó después
con Jose Abraham y Humberto,
de los cuatro uno está muerto
y ya sólo quedan tres.
Ellos son hombres de fe,
les gustaba caminar
su deseo era encontrar
la rosa de su destino:
Caminante no hay camino
se hace camino al andar.
IV
Hay en la familia Atuesta
muchos hermanos y primos
y con orgullo decimos:
El amigo se respeta,
el honor es lo que cuesta,
nada vale la mentira,
el alma siempre suspira
en el brillo del valor;
Pues todo tiene el color
Del cristal con que se mire.
V
Con el paso de los tiempos,
de manera singular,
han sabido cultivar
los frutos de su talento.
Como una voz en el viento
así lo dice el poeta,
el nombre de los Atuesta,
se conoce en el Cesar.
El hombre que ha de triunfar
no le teme a la tormenta.
VI
Aquí se encuentran cantores
de la tierra vallenata,
con vocaciones innatas
muchos son educadores,
en medicina hay doctores
que siempre se han destacado
y otros están graduados
en leyes y economía.
Que viva la cofradía
del hombre cuando es honrado.


Condecoración del homenaje, Jose Atuesta, su señora Belky Salas, Angélica y Falena.



DÉCIMAS A MARIANGOLA
I
Los tambores de la aurora
son los espejos del día
donde el sol es sinfonía
dando luz a mi memoria,
yo te quiero Mariangola
eres agua de mi sed,
porque en ti yo comencé
a beber de la poesía
mientras mi padre escribía
un verso al cerro `e la Ve.
II
Cerro gigante famoso
a quien mi padre cantó,
y en sus versos bautizó
como celeste coloso,
de cuerpo verde rocoso
cerro madre de la fuente
del rio y dice presente
cuando pasa por aquí,
hasta baila el colibrí
en su murmullo ferviente.
III
Mariangola de mis sueños,
alborada en melodía,
te añoro todos los días
como si yo fuera el dueño,
de la luna y el ensueño
de tu noche silenciosa;
en ti tierra primorosa
escuché por vez primera
los silbos de la primavera
entre el clavel y la rosa.
IV
Mariangola en tus sabanas
brilla el solen el rocío
y el viento fresco del rio
con su verdor engalana;
los cantos de la mañana,
turpiales y ruiseñores
en romance de fulgores
y sutil delicadeza
le roban la cereza
el perfume de sus flores.
V
Cuando yo piso tu suelo
un aroma de floresta
me llena el alma de fiesta,
y como un pájaro vuelo
por el azul de tu cielo,
así recorro en la altura
mi niñez y la premura
de aquellas primera letras
que mi madre la maestra
me enseñaba con ternura
VI
Mariangola, Mariangola,
vivo rodeado de amigos
y Dios está de testigo
de lo que te digo ahora;
me regalaste la aurora
y los meleros de abril,
a mis noches el candil
que ilumina con esmero
todas las cosas que quiero,
Mariangola mi redil





POEMAS
Carta de una mujer a su amante el guerrero *

Cuando en mi alcoba espero ángeles que lleguen a musitar
la soledad de mis sueños, apareces tú, entre fantasmas
con el rostro fugitivo pisoteado por el tedio de la guerra.
Apareces como el amante casual, vedado al juego de los espejos.
Tu historia de guerrero es un principio sin fin.

Tu ausencia ya no es relámpago que estremece mi cielo.
Quédate con la terquedad asfáltica de los largos caminos de la guerra.
Mi alcoba no será más asilo de tus parábolas de misionero
de matar para la paz.
Busca otro lugar donde colgar el peso de la muerte;
no quiero que mis hijos descubran en tu ojos
la última imagen temblosa de quien te suplicaba
perdón por la inocencia.
No insista en volver, fantasma de medianoche;
una piedra olvidada en el desierto son tus labios
para el perfume de los labios míos.

• Uno de los poemas ganadores del Concurso Nacional “Que Descanse en Paz la Guerra”, Casa de Poesía Silva, Bogotá, 2003.


LA VIDA SIGUE
Después de la muerte la vida no es escombro ni ceniza
que el tiempo convierte en su liturgia.
Sólo el nombre y la breve caligrafía del epitafio permanecen ilesos en la tumba.
Fuera de la tumba, la vida sigue en el viento que lleva en el crespúsculo
el esplendor de la hoguera,

La vida sigue:
En la voz de los espejos que repiten la luz de la memoria.
En los labios de la rosa que arden las páginas vacías de la penumbra,
En el pájaro que deja sus alas y en los bosques de nubes se detiene.
En la roca donde el pez se cristaliza antes de beber las últimas gotas del río.
En el trapecio de la lluvia donde el relámpago cuelga sus secretos

La vida sigue;
En el relincho de la hierba cuando el jinete vuelve a su caballo.
En la vigilia de la aldaba cuando la puerta recibe los golpes de la luz.
En el silencio de la rama que flota para no romper la música del agua.
En la canción que reescribe el estribillo de la sinfonía que viaja
en las ranuras del tiempo.